«Por sustentabilidad se entiende una buena administración de los recursos, sean estos naturales o no naturales, renovables o no renovables. Esto implica ir de a poco desarrollando una forma de vida diaria que nos permita entender que lo que tenemos y lo que disfrutamos –el aire, el agua, el sol, los alimentos– es todo prestado, no es nuestro, es de las generaciones futuras. Y así como nosotros disfrutamos sin darnos cuenta, los futuros habitantes del planeta tienen el mismo derecho», comenta Rossana Bril, abogada ambientalista y presidenta de la Fundación La Tierra Habla (www.latierrahabla.org.ar).
Si bien una sociedad realmente sustentable es aquella en la que todos sus integrantes están comprometidos con el uso racional de los recursos, para que los hábitos y las costumbres que la hacen posible sean incorporados, es fundamental el compromiso del Estado.
«Las políticas gubernamentales deben ser direccionadas hacia la aplicación del concepto de desarrollo sustentable –afirma Bril–. Y no solo se trata de incorporarlo en las legislaciones, sino fundamentalmente de la puesta en práctica de acciones concretas, que de a poco vayan generando los cambios que se requieren para ir instalando la sustentabilidad como forma de desarrollo de un país».
Otro actor clave en la difusión del concepto de sustentabilidad son las empresas, que en la actualidad comienzan a incorporar el compromiso con el medio ambiente dentro de sus programas de responsabilidad social empresaria (RSE). «La empresa, como grupo humano, puede trabajar en la sustentabilidad a través de la implementación de prácticas tendientes a minimizar el impacto ambiental negativo que su actividad pueda desarrollar –destaca Bril–. Es fundamental entender que todos y cada uno de nosotros generamos impactos negativos en el medio ambiente, lo cual no es un juicio de valor. Es una realidad que una vez identificada nos permite pensar o buscar formas para cambiarla».
«Un aspecto positivo es que hoy en muchos ámbitos contamos con tecnología que nos permite no seguir produciendo desechos y contaminando el medio ambiente. Es más, incluso estamos en condiciones de prever cuál va a ser el impacto medioambiental de una actividad, lo que implica un gran desafío », comenta la doctora Graciela Fernández Alonso, directora de la Fundación Diagnóstico Maipú, institución que siempre ha estado a la vanguardia en la materia a través de, por ejemplo, la participación en programas como el de reciclado de papel y tapitas plásticas (en asociación con la Fundación Garrahan), o en proyectos como Fase IV, en los que ha buscado difundir el cuidado del medio ambiente a través del arte. Un claro ejemplo de cómo el avance tecnológico puesto al servicio de la sustentabilidad se traduce en beneficios para todos los actores implicados es la reducción de la radiación emitida en los estudios de tomografía computada. «El tema de la radiación siempre fue una preocupación para nosotros, en Diagnóstico Maipú, y afortunadamente el desarrollo tecnológico fue acompañando la necesidad de reducirla –cuenta Laura Álvarez, gerenta de Relaciones Institucionales y Marketing de Diagnóstico Maipú–.
Por decisión de los directores de renovar los equipos e invertir en la última tecnología, hoy contamos con equipos que permiten reducir hasta en un 80% las dosis; pero incluso antes, cuando no existía esa tecnología, buscábamos reducirlas en todos los estudios, tratando de utilizar la dosis mínima que no afectara la calidad diagnóstica».
En el área de la radiología, la digitalización de los procedimientos ha permitido reducir el número de placas y, por sobre todo, evitar el uso de los productos químicos altamente contaminantes que se empleaban para su revelado. «El mayor beneficio resulta de la desaparición del cuarto oscuro, con la consiguiente no utilización de productos químicos en él», comenta la doctora Silvia Barbeito, jefa del Servicio de Radiología Digital de Diagnóstico Maipú. Pero la búsqueda de procesos sustentables no solo requiere el avance tecnológico, sino muchas veces tan solo de la voluntad de tomar y reformular el uso de elementos que se encuentran al alcance de la mano.
Un ejemplo de esto es la iniciativa de Diagnóstico Maipú de posibilitar que los pacientes puedan consultar por Internet los resultados de los análisis de laboratorio, lo que evita imprimir estudios que no van a ser retirados. «Ahora, solo imprimimos los resultados cuando nos lo solicitan, lo que redujo un 50% la utilización de papel –comenta Laura Álvarez–. Además, estamos en proceso de cambiar todo el papel que utilizamos por papel proveniente de bosques reforestados, y las bolsas en las cuales se entregan los informes son de material biodegradable».
En el camino hacia una sociedad genuinamente sustentable, el lugar de las empresas no solo es el de garantizar que todos sus procesos se lleven a cabo de una forma ecológicamente responsable, sino también el de dar el puntapié a un círculo virtuoso en el cual sus acciones generen conciencia en la comunidad. «El punto de partida es generar conciencia interna sobre el desarrollo sustentable; una vez instalado y practicado hacia el interior de la empresa es posible comunicarlo puertas afuera, a fin de generar contagio de esa dinámica de trabajo –señala Bril–. La transformación interna se reproduce externamente, y de esa forma vamos generando desde uno mismo el cambio».
Conocer el impacto ambiental es el punto de partida para reducirlo. De ahí la importancia de la llamada «huella de carbono», que es hoy la unidad de medida más difundida para conocer el impacto ambiental. «La huella de carbono es la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por un individuo, organización, evento o producto. Una vez conocida la huella de carbono es posible implementar acciones de reducción o compensación de esta, a través de diferentes programas y estrategias», explica la abogada ambientalista Rossana Bril.